En tuktuk y a lo loco por Sri Lanka
No recuerdo exactamente en que momento se introdujo la idea en mi cabeza, pero una vez dentro, no había marcha atrás, si viajábamos a Sri Lanka, daríamos la vuelta a la isla conduciendo nuestro propio Tuktuk.
Y así fué como en 2017 mi pareja y yo nos aventuramos en el que sería uno de los viajes más divertidos de nuestra vida. Por entonces tampoco sabíamos mucho a cerca el país. Habíamos leído sobre sus playas y las tierras altas, y que conducían al revés nuestro, pero poco más. Hicimos una ruta, buscamos alguna empresa que alquilara tuktuks y nos lanzamos a por ello.
El primer día se nos hizo larguísimo. La empresa que nos alquilaba el tuktuk nos recogió en el aeropuerto. De ahí nos llevó a un descampado para enseñarme a llevar el vehículo y tras 10 minutos de práctica, ya consideraban que estábamos listos para embarcarnos en la aventura. En ese momento no lo teníamos muy claro. Además, según la ruta que nos habíamos marcado, teníamos por delante 4 horas de carretera, para cogerle el tranquillo.
El viaje continuó y nos descubrió un destino espectacular y a una gente tan buena como humilde. Tuvimos algunos percances durante la ruta, más por mi torpeza que por otra cosa. Recuerdo que al llegar a Nuwara Eliya, intenté subir una cuesta con demasiada pendiente. Después de forzar a mi pequeño tuktuk, nos quedamos parados. No éramos capaces de llegar arriba, y tampoco podía girarlo por miedo a volcar. Se acercó un chico a empujar, pero ni así. Habíamos reservado una habitación en un lodge que se encontraba en la parte más alta del pueblo. Conseguimos apartar el vehículo de la carretera y meterlo en el patio de una casa que estaba a nuestra altura. Salió la dueña de la casa y le explicamos nuestro problema. Nos dijo que lo dejáramos dónde estaba, que no nos preocupáramos. Cogimos las mochilas, subimos la cuesta y en 5 minutos encontramos el lodge.
En otra ocasión, el tuktuk paró de golpe. Por suerte, nos encontrábamos en mitad de un pueblo. Después de intentar arrancarlo una y otra vez sin éxito alguno, ya pensaba en llamar al propietario para pedir ayuda. De repente, se nos acercó un hombre para preguntarnos que nos pasaba y a ofrecernos su ayuda. No sé que hizo ni que tocó, pero el tuktuk arrancó y pudimos seguir sin más incidencias.
Me encantan estos detalles, cuando la gente ayuda desinteresadamente. Y le doy más importancia por que en estos países tienen muchas más necesidades que nosotros. Tal vez ese sea el secreto de la humildad y la buena voluntad.
En 2017 nos cruzamos con muy pocos turistas y no hablemos de turistas que se movían con su propio tuktuk. Así que cada vez que llegábamos a un pueblo y los locales descubrían que quién conducía éramos dos extranjeros locos, se les iluminaba la sonrisa. Cada día que pasaba estábamos más cómodos en nuestro tuktuk.
Después de unos 900 km recorridos por la isla, descubrimos un destino que lo tiene todo, historia y patrimonio cultural, playas vírgenes, tierras altas y montaña. Un pueblo simpático y muy agradable. En ningún momento nos sentimos incómodos o nerviosos, disfrutamos durmiendo en casa de familias, comiendo con ellos y conociendo sus costumbres y su gastronomía.
Sin duda, uno de los viajes que recordaré toda mi vida.