Primera expedición en grupo a la cima del Toubkal
No quería escribir este artículo recién aterrizado, quería que pasaran los días y ver con algo de distancia, lo que había sido el viaje. Un viaje corto de tiempo, pero muy intenso en experiencias. Era la primera vez que me encargaba de la organización de un viaje así, no tenía dudas, pero si nervios. Cierto que conocía a los integrantes del grupo y que sabía que no tendrían problemas para disfrutar de la experiencia que nos brindaría Marruecos. Así fue la primera expedición al Toubkal de Viaje Salvaje.
Llegamos al aeropuerto de Marrakech por la tarde y nos dirigimos directamente hacia Armed, un pueblo bereber, entrada de la cadena montañosa del Atlas. Desde ahí arrancaría nuestra aventura. Una vez llegamos al pueblo, nos recibió Youssef, el guía de la expedición, un tipo encantador y muy profesional. En este tipo de salidas los guías locales se encargan de prácticamente todo, comida, alojamiento y de controlar el ritmo del grupo para asegurar una ascensión segura.
Cenamos Harira, una sopa de verduras, y pensando que eso sería todo, nos hinchamos a pan. La sorpresa llegó después en forma de arroz y de tajines (si, si, en plural). Esta es la estructura de todas las comidas que vinieron los siguientes días.
Al día siguiente teníamos la primera etapa de nuestra expedición, unos 12 Km hasta llegar al Refugio de Mouflons, a 3200m de altura y situado a los pies del monte Toubkal. Paramos un par de veces en una especie de quiosco que montan en mitad del camino para reponer fuerzas, en ellos encuentras todas las marcas de chocolatinas que puedas conocer. Aprovechamos para tomar un té y así calentarnos, la mañana era fría, aunque nos acompañaba el sol, y eso siempre es de agradecer.
Una vez en el refugio, otra vez a comer (creo que volví con algún kilo extra) y acordar el horario de ascensión del día siguiente. Saldríamos a las 5 de la mañana. Esa tarde jugamos a cartas, nos echamos unas risas y pudimos disfrutar de un entorno y un atardecer únicos.
Nos vamos a la cima
Suena el despertador a las 4, has dormido en una habitación con otras 15 personas, hace viento y frío. Eso no hace tanta gracia, es duro, pero hemos venido de lejos para esto. Así que cuando arrancamos a las 5, con el casco y los crampones puestos (debido a las nevadas de los últimos días) aún es de noche. Me gusta arrancar de noche, me da la sensación que tengo todo el tiempo del mundo y ni me entero de la primera hora de subida por que voy medio dormido. Ver el despertar de la montaña, como va saliendo el sol y ilumina todo poco a poco, me parece algo simplemente, brutal.
Y así, poco a poco, sin prisas, en mitad de una ventisca, llegamos a la cima a las 9 de la mañana. Me encantaría deciros que había unas vistas espectaculares, pero en realidad no se veía nada. Por culpa de la ventisca, llegamos, nos hicimos una foto y media vuelta. Pero estábamos contentos y durante la bajada, nos divertimos como niños pequeños con la nieve, cantamos un cumpleaños feliz y comentamos una y otra vez la subida.
Cuando llegamos al refugio eran más de las 11, pero el día no acababa aquí, el plan era seguir descendiendo y así lo hicimos. Seguimos hasta nuestro punto de partida, alejándonos de las altas montañas y volviendo poco a poco hacía la seguridad y el calor de nuestro refugio en Armed, dónde aprovecharíamos la tarde para relajarnos en el hammam del pueblo y de la compañía de un grupo cada vez más avenido.
Aún nos quedaba una noche más en Marrakech, pero la aventura del Toubkal había terminado. Dos días, 34 km andados, 2300m subidos y unos cuantos tajines. Buenos números.
Algunos os preguntaréis por que ir hasta Marruecos para subir una montaña, otros diréis, vaya m* subir y no poder ver nada por la ventisca, pero la realidad es que todo salió perfecto. Y si, habría sido la ostia tener esas vistas, pero la verdadera razón de este viaje es la experiencia en si, personas de distintas edades que se conocen, ríen y caminan juntas, en un entorno que les apasiona. Descubrir la cultura bereber subiendo el Atlas, sus canciones, su comida y sus costumbres. Personalmente, ha sido un placer poder compartir esta experiencia con los demás integrantes, solo puedo dar las gracias a Youssef y al resto de guías y cocinero.
Y sobre todo, a cada uno de vosotros, que me habéis acompañado en esta primera expedición de Viaje Salvaje.